martes, 29 de julio de 2014

Jardines

«TROFIMOV: ¿No da lo mismo que se haya vendido hoy la finca o no se haya vendido? De todos modos hace tiempo que la tiene usted perdida, no hay modo de volver atrás; la hierba ha invadido el sendero. Tranquilícese, querida. No ha de engañarse a sí misma, por lo menos una vez en la vida hay que mirar la verdad cara a cara.

LIUBOV ANDREIEVNA: ¿Qué verdad? Usted ve donde está la verdad y dónde está la mentira, pero yo no veo nada, como si hubiera perdido la vista. Usted resuelve audazmente todos los problemas importantes, pero dígame, amigo mío, ¿no será esto porque usted es joven todavía y no ha tenido tiempo aún de sufrir por ninguno de esos problemas? Usted mira con audacia hacia adelante, pero ¿no será esto porque no ve ni espera nada terrible, pues la vida aún se mantiene velada para sus jóvenes ojos? Usted es más audaz, más honrado, más profundo que nosotros, pero reflexione, sea magnánimo, por lo menos aunque sólo sea un poquito, y tenga piedad de mí. No olvide que yo nací en este lugar, aquí vivieron mi padre y mi madre, mi abuelo; yo amo esta casa, sin el jardín de los cerezos no concibo mi existencia y si tan necesario es venderlo, vendedme a mí con él...»


El jardín de los cerezos, Anton Chejov.

domingo, 20 de julio de 2014

Ay, esto

Ay, esta hora
estoy tan lejos...
Ay, estoy tan cerca.
¿Este momento? Dolor

masticado ya, tan
rumiando esta boca
que no conoce más,
se agudiza en su punto

se afila en su pecho
buscar puertas, late
golpea su izquierdo
rompe, desconoce.

Ay, esta claridad
se va en su duelo
rompe su carne
que siempre ladra

subsiste de fondo su pena
sólo eso, miente;
ay, me repito
en lo que puede ser contado.