miércoles, 31 de julio de 2013

Cualidades de la materia



"A derecha e izquierda, todo aparecía blanco, deslumbrante. En vano buscan los ojos algún objeto, no se ve nada: ni postes, ni haces de heno, ni valla alguna. Todo lo que se divisa es blanco y movible. De pronto el horizonte parece estar inmensamente lejos; de pronto, se diría que está a dos pasos; enseguida desaparece por completo, para volver a aparecer adelante y huye cada vez más veloz, hasta que se pierde de vista. Cuando uno mira hacia el cielo, diría que está completamente claro, que pueden verse las estrellas a través de la bruma; pero están tan altas que lo único que queda a la vista es la nieve que va cayendo implacable sobre los ojos cubriéndome la cara y el cuello del sacón. El cielo está claro, incoloro, movible por donde se lo vea. El viento parece cambiar de dirección: en un momento sopla de frente y la nieve me ciega; luego, me levanta el cuello del saco por un lado y me golpea la cara; al rato, viene por detrás y penetra por todas las rendijas del trineo. No hay instante en el que dejen de oírse los cascos de los caballos, el de los trineos y el tintineo de los cascabeles, que se extingue cuando pasamos por sitios donde la nieve alcanza gran altura. De cuando en cuando, si el viento viene de frente y nos deslizamos por una llanura helada, sin nieve, se perciben distintamente los enérgicos silbidos de Ignashka y el sonido vibrante de los cascabeles con la quinta trémula. Al principio, estos sonidos rompen el triste carácter de la estepa; pero, al cabo de un rato, resultan monótonos, y se repite con una precisión insoportable una melodía que, involuntariamente, espero oír. Uno de mis pies empieza a helarse. Cuando me muevo para taparme mejor, la nieve de mi gorro y la del cuello de mi saco se deslizan por el escote, y me obligan a estremecerme. Sin embargo, como estoy bien arrebujado, me encuentro a gusto y el sueño me vence.
(...)
Luego, sin saber por qué, veo el estanque. Con el agua hasta las rodillas, los criados arrastran la red y Fiodor Filipovich, con una regadera en la mano, corretea por la orilla, dando instrucciones. A ratos, sujeta los dorados pececillos, suelta el agua turbia y echa agua clara. Es un mediodía del mes de julio. Camino por un prado, que acaban de segar, bajo los ardientes rayos de sol. Soy muy joven. Tengo la sensación de que falta algo, de que deseo algo. Voy al estanque, mi lugar preferido. Está entre unos rosales silvestres y un paseo de álamos blancos. Me hecho a dormir. Recuerdo la sensación que me embargó mientras permanecí mirando a través de los tallos rojizos, cubiertos de pinchos de los rosales, la tierra negra y reseca, y el estanque de un azul intenso, que semejaba un espejo. Sentí una satisfacción ingenua mezclada de tristeza. Todo en torno mío era bello e influía sobre mí de tal modo que me consideré bueno y me molestó que nadie me admirase. Hacía calor. Procuré dormir para consolarme; pero las insoportables moscas no me dejaron en paz, ni siquiera en ese lugar."

Fragmento de La borrasca, de León Tolstoi.

viernes, 26 de julio de 2013

Amor a primera vista



Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.

Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?

Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.

Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,

una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,

que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.

Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?

Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.

Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.

Wislawa Szymborska.

miércoles, 17 de julio de 2013

Libreros


A partir de hoy, 17 de julio de 2013, quien quiera conseguir un ejemplar de Un cielo inhóspito en papel, puede hacerlo en Yatay Libros (Perito Moreno 92, Haedo, a 50 metros de Rivadavia). Allí encontrarán no sólo dicha novela, sino también libros de otros autores, tanto independientes como clásicos, música, muestras plásticas, revistas, y más.

"Sentado en la cama, inmóvil. De piernas cruzadas en el silencio de un cuarto trasero (otro, frío y solitario), sintiendo una paz extraña, viendo el amarillo indolente de la tarde colarse bajo la cortina, el viento arremolinarse en un rincón.El viento tocando mis piernas. Y un ámbar pálido, tenue, denso. Entonces allí sentado hubo un crepúsculo, el amarillo volviéndose anaranjado, ya no quemando sino entibiando la franja de mi pierna que se corría cada vez más, débil y fina hacia los pies, rojiza, devorada a cada silencioso segundo por las sombras."

Fragmento de Un cielo inhóspito.  

viernes, 12 de julio de 2013

Tucumán

En la orilla del día
sobrevuela un halo púrpura,
aura breve que vigila
y se hace brazo de la noche.

Sol y luna se recrean
en su hábito ancestral,
cantan, ríen,
se desnudan…

Una nube extraordinaria
duerme en franca lozanía,
y en su asiento de montaña  
endulza así el cañaveral.