viernes, 31 de marzo de 2017

El trueno entre las hojas



«No aseguró el caballo en uno de los horcones del boliche donde ya había otros, sino en un chircal tupido que estaba en frente. Las peripecias de la huida le obligaban a ser en todo momento cauteloso.
El malacara parecía barcino en la luna. Se internó entre las chircas hasta donde lo pudiera dejar bien oculto. La fatiga quizá la desesperanza, fundía al jinete y a la cabalgadura en un mismo tranco soñoliento. Sólo la instintiva necesidad de un sigilo distinguía al hombre de la bestia.»

El ojo de la muerte, Augusto Roa Bastos 

miércoles, 15 de marzo de 2017

La partícula cósmica...

La partícula cósmica que navega en mi sangre
es un mundo infinito de fuerzas siderales.
Vino a mí tras un largo camino de milenios
cuando, tal vez, fui arena para los pies del aire.

Luego fui la madera. Raíz desesperada.
Hundida en el silencio de un desierto sin agua.
Después fui caracol quién sabe dónde.
Y los mares me dieron su primera palabra.

Después la forma humana desplegó sobre el mundo
la universal bandera del músculo y la lágrima.
Y creció la blasfemia sobre la vieja tierra.
Y el azafrán, y el tilo, la copla y la plegaria.

Entonces vine a América para nacer en Hombre.
Y en mi junté la pampa, la selva y la montaña.
Si un abuelo llanero galopó hasta mi cuna,
otro me dijo historias en su flauta de caña.

Yo no estudio las cosas ni pretendo entenderlas.
Las reconozco, es cierto, pues antes viví en ellas.
Converso con las hojas en medio de los montes
y me dan sus mensajes las raíces secretas.

Y así voy por el mundo, sin edad ni destino.
Al amparo de un Cosmos que camina conmigo.
Amo la luz, y el río, y el silencio, y la estrella.
Y florezco en guitarras porque fui la madera.

Atahualpa Yupanqui.