sábado, 26 de junio de 2010

Cuaderno de bitácora

“Entre mi trabajo personal, que quiero continuar contra viento y marea, la editorial y el periodismo con todas las obligaciones subsiguientes, llego constantemente tarde a todo. Sin embargo, voy a continuar así aún por algún tiempo porque esta agitación es lo único que he encontrado como remedio a la grave crisis en la que estaba sumido; después volveré a llevar una vida más razonable.”


Correspondencia, Albert Camus.

viernes, 18 de junio de 2010

Gracias.

"El hombre del timón contempló la desbandada en silencio, no hizo nada para retener a quienes lo abandonaban, al menos le habían dejado los árboles, los trigos y las flores, con las trepadoras que se enrollaban a los mástiles y pendían de la amurada como festones. Debido al atropello de la salida se habían roto y derramado los sacos de tierra, de modo que la cubierta era como un campo labrado y sembrado, sólo falta que caiga un poco más de lluvia para que sea un buen año agrícola. Desde que el viaje a la isla desconocida comenzó, no se ha visto comer al hombre del timón, debe de ser porque está soñando, apenas soñando, y si en el sueño les apeteciese un trozo de pan o una manzana, sería un puro invento, nada más. Las raíces de los árboles están penetrando en el armazón del barco, no tardará mucho en que estas velas hinchadas dejen de ser necesarias, bastará que el viento sople en las copas y vaya encaminando la carabela a su destino. Es un bosque que navega y se balancea sobre las olas, un bosque en donde, sin saberse cómo, comenzaron a cantar pájaros, estarían escondidos por ahí y pronto decidieron salir a la luz, tal vez porque la cosecha ya esté madura y es la hora de la siega. Entonces el hombre fijó la rueda del timón y bajó al campo con la hoz en la mano, y, cuando había segado las primeras espigas, vio una sombra al lado de su sombra."

Fragmento de El cuento de la isla desconocida, de José Saramago.

lunes, 14 de junio de 2010

Amor


"Luego se levantaron y comenzaron a caminar de regreso. Tomados ligeramente de la mano, sentían al irse el último rumor de la plaza y se estremecían por el frío de la noche. Él le ofreció entonces su abrigo a Eugenia, y tras colocarlo sobre sus hombros suavemente, percibió un temblor en su cuerpo que sin embargo no era nada, no importaba el frío, lo importante era lo que quedaba de ese sol y de esa tarde vivida. Y sobre todas las cosas importaba Eugenia, que cada tanto lo sorprendía mirándola tontamente, con esos ojos infantiles que solemos poner cuando miramos a la persona que amamos creyendo que no nos ve. Entonces Iván volvía a abatirse en un círculo inagotable, pensando repentinamente cuánto dependía su felicidad de aquel ser; cuánto le angustiaba que todo terminara, tener que volver al ostracismo de siempre pensando que aquello había sido sólo un encuentro fugaz, una coincidencia breve y única como la de dos astros en órbitas remotas. Lo desesperante era que Iván dependía de aquellos ojos trascendentales, amor sincero e inmortal o sombrío y desconsolado final. De sólo pensarlo decaía profundamente, se le revelaba el fino y permeable lazo que lo unía a ella. Del mismo modo en que le son revelados a un soldado en medio de la cruenta batalla, los inestables factores de los cuales depende su vida."

Fragmento de Iván.

lunes, 7 de junio de 2010

Finito (Leopoldo Marechal, III)


"Con el andar del tiempo, aquella desazón que aún ignoraba su nombre fue concretándose y esclareciéndose hasta lograr en mí una lucidez no menos dolorosa: empecé a sentir que la tierra no era ni durable ni firme bajo mis talones. Y la realidad movediza como las arenas, cuya incesante mutación veía yo en los hombres, animales y cosas de la llanura, no tardó en ocupar mis desvelos hasta un punto difícilmente creíble si ha de juzgarse por el verdor de mi edad. Aquel devenir extraño, aquella degeneración inquietante que se manifestaba en los días y las noches, las primaveras y los otoños, los nacimientos y las muertes, los júbilos y las desgracias, cuyos vaivenes misteriosos compartía yo con mi tribu en la llanura, fueron inclinándome a dos nociones del alma cuyo ejercicio no he abandonado aún: cierta inclinación a la duda, que me hacía recelar de todo aquello que trajese demasiado visible la señal del tránsito y el color de la finitud; y un ansia entrañable de lo permanente, un deseo acariciado hasta las lágrimas de algún mundo en cuya estabilidad se durmiera el Tiempo y quebrara el Espacio."

Fragmento de Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal.

jueves, 3 de junio de 2010

Un sueño

Afligido por la destrucción del planeta
por el derretimiento glaciar
por el agua perdida
imaginando veinte años adelante
un apocalíptico envenenamiento
plástico, acerbo
lloraba un hombre.

Alguien se le acercó, le dijo:
no llores más
que no es bueno ni prudente
haz, que es mejor.

Barre tu vereda
pon tu casa en paz
lucha hasta donde puedas
ama
ejemplifica con tu acción
trasluce ese sentimiento
en cada cosa que emprendas
porque es verdadero.

Mas disfruta también el presente
que se va ya, sin pedir permiso
como una saeta
y el futuro
es siempre una incógnita.

Fernando Vega.