domingo, 30 de agosto de 2015

Playas III

«Ella sostiene segundos extraviados en su mirada y los concentra en su interior como si allí, dentro suyo, el tiempo no hallara dónde transcurrir. La habitación es el primer refugio, pero en su mundo cristalizado no hay sino recortes imprecisos: palabras que se desprenden, recuerdos que tapan su voz, repeticiones; deseos que se proyectan sin razón hacia un futuro y un pasado que el tiempo amontonará para soltar luego en un delay. Silencio: manos. Su mente deja entreverar conclusiones alborotadas, se abandona a una meditación errante de ojos indefinidamente celestes. Una fuerza superior le dicta qué hacer, pero ella sabe que baja del cielo: que es en la tierra, en la arena, en el mar donde todo se confunde...»

martes, 18 de agosto de 2015

Futuro III



«La persistencia del mundo se funda en que todos se devoran mutuamente o, antes bien, en que el más poderoso devora siempre al más débil; al hombre, por ser el más poderoso de todos, no puede devorarlo nadie; de modo que él se devora a sí mismo, y sin duda que, literalmente, en el estado originario. Esta es la auténtica causa de las guerras; las otras así llamadas causas son sólo motivos. Ninguna civilización habrá de superar esto, ni puede siquiera hacerlo. La idea es desalentadora; es una idea que podría enloquecernos. Pero nosotros dos no queremos que eso suceda, querido hijo. Si la idea es correcta, ya la merca circunstancia de que sea posible pensarla es, a su vez, una prueba de que al menos el individuo puede elevarse por encima de esta condición.»

Carta de Theodor Storm a su hijo, 3 de agosto de 1870.