miércoles, 20 de enero de 2010

Carta de presentación

Bueno, acá estoy, comentando en mi propio blog, llamando a las cosas por su nombre. Los sitúo en contexto: hace un par de años, sentado en un bar mientras tomaba una cerveza y leía un ensayo de Sábato, no tenía la menor idea de qué hacer con mi vida. Quería una vocación, pero no sabía dónde buscarla. Lo único que sentía claro en este sentido era un amor profundo y, si se me permite el contrapunto, ontológico hacia el fútbol, pero el tren del futbolista había pasado casi silenciosa e indolentemente, por lo que estar adentro de una cancha no representaba una opción real. En ese entonces había dejado la universidad como corolario de un proceso de desencanto para con el conocimiento científico, sobre todo en materia humanística. Así que tras haber dejado las carreras de sociología y ciencias de la comunicación sucesivamente, comprendí que el cisma epistemológico en mí estaba sentenciado sin remedio. Con ese conflicto interno me fui a buscar la verdad a otra parte, aún sin saber en qué ni dónde iba a terminar, y fue en esa confusión que aquella noche en el bar se me ocurrió ser escritor.

Desde chico me atrajo la literatura. De hecho, durante mi adolescencia había ido madurando la idea de escribir una novela, pero nunca hasta entonces me había planteado el hecho de escribir como una actividad prioritaria y no como un simple hobby. Sin embargo, pasó el tiempo, y algunas lecturas y encuentros oportunos fueron modificando esta percepción en mí, al punto de empezar a ver a la literatura (y al arte en general) como una cosa seria pero también trascendental. Esta revolución interna fue la que me llevó a intentar escribir, y fue entonces cuando todo me pareció mucho más propio, más natural y más estúpido a la vez, puesto que más allá de la sensación de rumbear el camino, pensar en haber reducido mi abanico vocacional durante años exclusivamente a la oferta universitaria se mostró como una limitación absurda.
Pasó más tiempo. Van cerca de dos años y medio desde aquella decisión, y del encierro subsiguiente a la determinación quedan una novela y un puñado de poesías. En agosto de este año terminé Iván, y siento cierta tranquilidad de creer que es la novela que necesitaba escribir para tratar de entender un periodo de mi vida. Y no es que esté escrita con una impronta biográfica o con fines terapéuticos, sino que, más allá de sus evidentes defectos y limitaciones, la siento como una expresión en el sentido más candoroso y sincero, que me parece la manera genuina de hacer arte.
Por eso armé el blog. Creo que al final de los ciclos es cuando uno necesita objetivarse; hay un momento de balance y devolución que resulta inherente a cualquier actividad humana, y es por eso que yo también intento contrastarme con el mundo: para ver efectivamente que lo que hice es real, que ese mundo que está ahí afuera y son los otros puede decirme algo, bueno o malo, pero suficiente para alimentar y recomenzar el espiral existencial.
La idea entonces es subir la novela (que pueden bajar de acá) para que cualquier interesado pueda leerla y dejar comentarios, sugerencias o críticas a favor y en contra. Si alguien la prefiere en papel, me avisa.
Como los tiempos de la literatura son espaciados, el blog va a estar abierto un buen rato a la espera de lo que sea, si es que hay algo. De paso y mientras tanto, seguramente vaya subiendo alguna que otra poesía, así como también citas de autores que me gusten, más ideas o arrebatos más o menos presentables.
Huelga decir que no busco la obsecuencia; yo mismo percibo ya muchos de los defectos de Iván. Con todo, quisiera saber qué piensan.
Acá les dejo el link de vuelta, por las dudas.

Gracias a todos los que leyeron esto. Como para asomar una punta de ovillo, les dejo una de las poesías que forman parte de la novela. Abrazo a todos, Fer.

Neones

Era tan hermoso mirarte
sentir que nada
había sido casual
y que el tiempo
no había hecho más que
juntar algo
tendido entre nosotros
desde mucho antes de conocernos
de nacer y
de morir
como montones de nada
atravesados por un amor
que transmigra el espacio y
así perdura
enlazándonos de algún modo
incomprensible pero
indispensable.

Esa preciosa porción de eternidad
estaba ahí, entre ambos
sellando la unión
sin tiempo.

Éramos dos neones
en la villa resplandeciente
en la luz explotando
como cuantos fluorescentes
y había algo de magia y
destino
mezclándose en la luz
en el aire, en tu boca
en las ganas de dejarnos
llevar:
bebíamos
éramos felices
para siempre.

Así lo sentíamos
mientras nos besábamos
hasta separar nuestras bocas
muertos de risa
porque al parecer
vos habías recordado algo
y luego ese algo
era nuestro
y se perdía mágicamente
en los ojos del otro
para recomponerse
otra vez
en beso.

2 comentarios:

  1. Es bueno que por lo menos hayas sabido qué hacer... hemos algunos que todavía estamos en dicho proceso. Sí, estoy a pocos pasos de ser fotógrafo, pero... siento que falta algo... tengo que descubrirlo. Pero sé que eta cerca.
    Siempre anduviste por el camino del arte (si consideramos al fútbol como un arte), y ahora sos un artista!
    Te felicito por lo que sos!

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  2. Fer, como dice Cortázar..."Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos"...

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