sábado, 27 de marzo de 2010

Hermosa síntesis


"Hay millones de planetas en millones de galaxias, y muchos repetían sus amebas y megaterios, sus hombres de Neanderthal, y luego sus Galileos. Un día encontraban el radium, otro lograban partir el átomo de uranium y no podían controlar la fisión o no resultaban capaces de impedir la lucha atómica, hasta que el planeta estalla en un infierno cósmico: la Nova, la nueva estrella. A lo largo de los siglos, esas explosiones van señalando el final de sucesivas civilizaciones de plásticos y computadoras. Y en el apacible cielo estrellado de esa misma noche le estaba llegando el mensaje de alguno de esos colosales cataclismos, producido allá cuando en la Tierra aún pastaban los dinosaurios en las praderas mesozoicas.
(…)
Sin embargo, ese cielo estrellado parecía ajeno a cualquier interpretación catastrófica: emanaba serenidad, armoniosa e inaudible música. El topos urano, el hermoso refugio. Detrás de los hombres que nacían y morían, muchas veces en la hoguera o en la tortura, de los imperios que arrogantemente se levantaban e inevitablemente se derrumbaban, aquel cielo parecía constituir la imagen menos imperfecta del otro universo: el incorruptible y eterno, la suma perfección que sólo era dable escalar con los transparentes pero rígidos teoremas.
También él había intentado ese ascenso. Cada vez que había sentido el dolor, porque esa torre era invulnerable; cada vez que la basura era insoportable, porque esa torre era límpida; cada vez que la fugacidad del tiempo lo atormentaba, porque en aquel recinto reinaba la eternidad.
Encerrarse en la torre.
Pero el remoto rumor de los hombres había terminado siempre por alcanzarlo, se colaba por los intersticios y subía desde su propio interior. Porque el mundo no sólo estaba afuera sino en lo más recóndito de su corazón, en sus vísceras e intestinos, en sus excrementos. Y tarde o temprano aquel universo incorruptible concluía pareciéndole un triste simulacro, porque el mundo que para nosotros cuenta es éste de aquí: el único que nos hiere con el dolor y la desdicha, pero también el único que nos da la plenitud de la existencia, esta sangre, este fuego, este amor, esta espera de la muerte; el único que nos ofrece un jardín en el crepúsculo, el roce de la mano que amamos, una mirada destinada a la podredumbre pero nuestra: caliente y cercana, carnal."

Fragmento de Abaddón el exterminador, Ernesto Sábato.

4 comentarios:

  1. "Porque ese cielo que todos vemos, NI ES CIELO NI ES AZUL, LASTIMA GRANDE QUE NO SEA VERDAD TANTA BELLEZA"

    Lupercio Leonardo de Argensola (1559-1613)

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  2. "Porque ese cielo azul que todos vemos, NI ES CIELO, NI ES AZUL, LASTIMA GRANDE QUE NO SEA VERDAD TANTA BELLEZA"

    Lupercio Leonardo de Argensola (1559-1613)

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  3. Mmm... Me parece netamente terrenal la visión de Lupercio.

    Qué tal si lo que llamamos verdad es en realidad una simple y pequeñita ilusión en el mar de la eternidad?

    No será tal vez que lo que en nuestro mundo "real" es ilusión, es lo único trascendente e inmortal y es por eso que todos, alguna vez, logramos percibirlo?

    Con respecto al fragmento:

    Cuánto más dichosos seríamos si, contemplando "aquel universo incorruptible", pudiésemos desoír el "rumor de los hombres" que resuena en nuestras vísceras e intestinos, trascender las sensaciones carnales y abrir el corazón a la pureza del único mundo esencial.

    Ha de ser un trabajo arduo encontrar el camino para liberarse, pero tengo la certeza de que debe ser el más bello de los puertos al que se puede arribar.

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  4. Creo que los sentidos nos proporcionan ilusiones de realidad, ya que el sujeto que percibe selecciona y le resuena de una manera lo que percibe; al igual que las palabras que intentan transmitir un mensaje... el que lo recibe lo interpreta con aquello que lleva adentro, pero jamás percibe la totalidad de lo que el otro quiere comunicar aunque creamos que sí, aunque creamos haber entendido... cada uno vive en su ilusión...
    Hay una barrera que solo la ilusión levanta y nos permite seguir...
    y probablemente eso sea lo único trascendente.

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