jueves, 28 de enero de 2010

Amor y naturaleza


"Recordó aquella vez en que había enganchado una de las dos agujas que iban en pareja. El macho dejaba siempre que la hembra comiera primero, y el pez enganchado, la hembra, presentó una lucha fiera, desesperada y llena de pánico que no tardó en agotarla. Durante todo ese tiempo el macho permaneció con ella, cruzando el sedal y girando con ella en la superficie. Había permanecido tan cerca que el viejo había temido que cortara el sedal con la cola, que era afilada como una guadaña y casi de la misma forma y tamaño. Cuando el viejo la había enganchado con el bichero, la había golpeado sujetando su mandíbula en forma de espada y de áspero borde, y la golpeó en la cabeza hasta que su color se había tornado como el de la parte de atrás de los espejos; y luego, cuando con ayuda del muchacho, la había izado a bordo, el macho había permanecido junto al bote. Después, mientras el viejo levantaba los sedales y preparaba el arpón, el macho dio un brinco en el aire junto al bote para ver dónde estaba la hembra. Y luego se había sumergido en la profundidad con sus alas azul rojizas, que eran sus aletas pectorales, desplegadas ampliamente y mostrando todas sus franjas del mismo color. Era hermoso, recordaba el viejo. Y se había quedado junto a su hembra."


Fragmento de El viejo y el mar, Ernest Hemingway.

miércoles, 20 de enero de 2010

Carta de presentación

Bueno, acá estoy, comentando en mi propio blog, llamando a las cosas por su nombre. Los sitúo en contexto: hace un par de años, sentado en un bar mientras tomaba una cerveza y leía un ensayo de Sábato, no tenía la menor idea de qué hacer con mi vida. Quería una vocación, pero no sabía dónde buscarla. Lo único que sentía claro en este sentido era un amor profundo y, si se me permite el contrapunto, ontológico hacia el fútbol, pero el tren del futbolista había pasado casi silenciosa e indolentemente, por lo que estar adentro de una cancha no representaba una opción real. En ese entonces había dejado la universidad como corolario de un proceso de desencanto para con el conocimiento científico, sobre todo en materia humanística. Así que tras haber dejado las carreras de sociología y ciencias de la comunicación sucesivamente, comprendí que el cisma epistemológico en mí estaba sentenciado sin remedio. Con ese conflicto interno me fui a buscar la verdad a otra parte, aún sin saber en qué ni dónde iba a terminar, y fue en esa confusión que aquella noche en el bar se me ocurrió ser escritor.