viernes, 31 de mayo de 2013

Día de otoño

Señor: es hora. Largo fue el verano.
Pon tu sombra en los relojes solares,
y suelta los vientos por las llanuras.

Haz que sazonen los últimos frutos;
concédeles dos días más del sur,
úrgeles a su madurez y mete
en el vino espeso el postrer dulzor.

No hará casa el que ahora no la tiene,
el que ahora está solo lo estará siempre,
velará, leerá, escribirá largas cartas,
y deambulará por las avenidas,
inquieto como el rodar de las hojas.

Rainer María Rilke.

domingo, 26 de mayo de 2013

Imaginaciones



"Retazos de nubes como jirones de cabello, filas incontables de transeúntes yendo hacia ningún lugar. La vida es un poco eso, grandes bocanadas de humo esparciéndose en el espacio. Son como anillos: nacen y se desvanecen, equívocos.
Desde aquí (este banco de plaza donde cae el sol de la tarde), aquella muchacha se ve realmente atractiva. Sus caderas se balancean como las de una mulata, y es más rubia que el sol. Camina, fluye como una ola, mira hacia atrás, se vuelve. Es tan ridículo sentirme así, con el estómago revolviéndose de esta manera, haciéndome doblar del dolor mientras aquel rostro suave y femenino se enmarca en los anillos grises.
Cruzaré la calzada, tengo que hacerlo. Lo haré porque si no, tras beber el café ella se irá como se ha ido siempre, se marchará frente a mis ojos sin que yo pueda explicarle nada, de por qué se revuelve mi estómago, ni de lo inaguantables que han sido estos días, estos largos días como meses, abrevados de dolores como años, tan largos y tan pesados que parecen derribarme al ir cruzando la calzada hacia ella, con el sudor azuzándome el cuerpo.
Pero son sólo los nervios. Voy hacia ella, lo diré todo. Camino hacia ella (y sus caderas se balancean como las de una mulata, aunque es más rubia que el sol). Y si voy es porque hay una línea recta uniéndonos sin saberlo, mientras caminamos hacia regiones desconocidas, buscando torpemente sin entender nada, de por qué estamos tan cerca, acelerando como tontos palpitares en el crepúsculo. Al principio somos un arco iris rayando el cielo, y luego un sol redondamente rojo, chispeante y refulgente. Caminamos y al volverse hacia mí, tus ojos son dos faros verdes que se encienden sin que yo entienda, por qué empezás a correr, ni hacia donde te persigo. Corremos, juntos, para qué, si es sólo cuestión de sentarse a charlar, de pasar la noche unidos comprendiéndonos, en lugar de viajar sin sentido por estas calles cada vez más oscuras, cada vez más solos y más juntos."

Fragmento de  Un cielo inhóspito.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Orillas



"La otra parte de la historia comenzó cuando ella, un tiempo después, se acostumbró a estar fuera de su casa durante horas que nada tenían que ver con el trabajo; llegaba tarde cuando se citaban, y a veces se levantaba muy tarde por la noche, se vestía y se iba afuera sin decir una palabra. Él no se animaba a decir nada, no se animaba a decir mucho y atacar de frente, porque están viviendo de lo que ella gana y de su trabajo con Serrano no sale más que alguna copa que le pago de vez en cuando. Así que se calló la boca y aceptó su turno de molestarla a ella con su malhumor, un malhumor distinto y que se agrega al que se les vino encima desde la tarde en que Montes trató de robarme y que pienso no los abandonará hasta que se mueran. Desconfió y se estuvo llenando de ideas estúpidas hasta que un día la siguió y la vio ir al puerto y arrastrar los zapatos por las piedras, sola, y quedarse mucho tiempo endurecida mirando para el lado del agua, cerca, pero aparte de las gentes que van a despedir a los viajeros. Como en los cuentos que ella le había contado, no había ningún hombre. Esa vez hablaron, y ella le explicó; Montes también insiste en otra cosa que no tiene importancia: porfía, como si yo no pudiera creérselo, que ella se lo explicó con voz natural y que no estaba triste ni con odio ni confundida. Le dijo que iba siempre al puerto, a cualquier hora, a mirar los barcos que salen para Europa. Él tuvo miedo por ella y quiso luchar contra esto, quiso convencerla de que lo que estaba haciendo era peor que quedarse en casa; pero Kirsten siguió hablando con voz natural, y dijo que le hacía bien hacerlo y que tendría que seguir yendo al puerto a mirar cómo se van los barcos, hacer algún saludo o simplemente mirar hasta cansarse los ojos, cuantas veces pudiera hacerlo."

Fragmento del cuento Esbjerg, en la costa, de Juan Carlos Onetti.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Áskesis

"¡Emprender el vuelo cada día! Al menos durante un momento, por breve que sea, mientras resulte intenso. Cada día debe practicarse un `ejercicio espiritual´ -solo o en compañía de alguien que, por su parte, aspire a mejorar-. Ejercicios espirituales. Escapar de tiempo. Esforzarse por despojarse de sus pasiones, sus vanidades, del prurito ruidoso que rodea al propio nombre (y que de cuando en cuando escuece como una enfermedad crónica). Huir de la maledicencia. Liberarse de toda pena u odio. Amar a todos los hombres libres. Eternizarnos al tiempo que nos dejamos atrás.
Semejante tarea en relación con uno mismo es necesaria, justa semejante ambición. Son muchos quienes se vuelcan por completo en la militancia política, en los preparativos de la revolución social. Pero escasos, muy escasos, los que como preparativo revolucionario optan por hacerse hombres dignos." G. Friedmann 

"A su vez esta askesis, que es preciso entender no como ascetismo sino como práctica de un ejercicio espiritual, era contemplada ya por la tradición filosófica de la Antigüedad. (...) En las escuelas helenísticas y romanas de filosofía es donde el fenómeno resulta más sencillo de observar. Los estoicos, por ejemplo, lo proclaman de forma explícita: según ellos, la filosofía es 'ejercicio'. En su opinión la filosofía no consiste en la mera enseñanza de teorías abstractas o, aún menos, en la exégesis textual, sino en un arte de vivir, en una actitud concreta, en determinado estilo de vida capaz de comprometer por entero la existencia. (...) Según todas las escuelas filosóficas, la principal causa de sufrimiento, desorden e inconsciencia del hombre proviene de sus pasiones: de sus deseos desordenados, de sus temores exagerados. El dominio que sobre él ejercen las preocupaciones le impide vivir en la verdad. La filosofía aparece en primer lugar, pues, como terapia de las pasiones ('Esforzarse por despojarse de sus pasiones', escribe Friedmann). Cada escuela dispone de su propio método terapéutico, pero todas entienden tal terapia unida a una transformación profunda de la manera de ver y de ser el individuo. Los ejercicios espirituales tendrán como objetivo, justamente, llevar a cabo esta transformación." P. Hadot