miércoles, 29 de diciembre de 2010

Calor


"Le hubiéramos prestado más atención desde el principio, de no haber sido el año de la seca. Pero esos días le pagábamos vinos al sordo Sebastián Salas para que nos contara de secas peores que él había visto y tener la seguridad de que esas calamidades ocurrían de tanto en tanto sin que esta perra vida se acabara. El sordo era tan viejo que mi finado padre me sabía contar que cuando él era chico Sebastián Salas ya era viejo, y mi padre murió en el cincuenta y nueve de sesenta y dos años. Sebastián se daba cuenta de nuestro miedo y se aprovechaba de él contándonos historias de sequías que habían durado años y habían borrado todos los ríos y hecho morir todos los animales y muchos hombres, pero cuando adivinaba en nuestra mirada la pregunta de si esta seca se le parecía, Sebastían hacía un gesto con su boca fina y rodeada de arrugas, y no le sacábamos una palabra más ni con tirabuzón. Entonces le pagábamos más vino. Lo tomaba siempre de parado, sin volcar una gota y vaciando la copa de un único y largo trago. Nosotros lo mirábamos con una furia secreta mezclada al asombro y al miedo porque sabíamos que era tan viejo y estaba tan solo que no había mal en el mundo que pudiera ni siquiera rozarlo. Dejando el vaso vacío sobre la mesa sucia del patio, Sebastián simulaba estar ahí de casualidad, y que entre las historias que contaba y los vasos de vino que le pagábamos no había ninguna relación, porque nosotros estábamos tan asustados viendo esos mediodías blancos y cegadores y esos cielos verdes de la tardecita que no nos atrevíamos a confesarlo. Cada vez que pasaba un caballo al galope por el camino que va del asfalto a la costa se levantaba una polvareda amarilla que nos dejaba como ciegos y el olor de los animales muertos llenaba el aire. Casi que no se podía respirar. Que yo sepa, el sordo Sebastián nunca tomó tanto vino gratis como ese año, y eso que parece que no ha hecho otra cosa en toda su perra vida."

Fragmento del cuento Barro cocido (Unidad de lugar),
de Juan José Saer. 

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Plazos


"He venido trabajando por largo tiempo (…) en un cuento breve para la Sieverny Viesnik. Ha debido estar terminado hace meses, pero ¡Dios mío! Siento que no lo terminaré hasta mayo. Desafortunadamente, no estoy satisfecho con él y me he prometido a mí mismo no enviártelo hasta que no lo haya dominado. Hoy he leído todo lo escrito hasta ahora, he reescrito partes y he decidido comenzar de nuevo desde el principio. Aun si no resulta lo que yo esperaba, sabré al menos que trabajé de manera concienzuda y que me he ganado el dinero que pudiera traerme. El cuento carece de interés y de sabor. Yo lo reordeno, lo ironizo, le hago todo tipo de cambios, y aún me deja insatisfecho; así que ya lo tengo decidido: lo terminaré para mayo o lo abandonaré por completo."

Antón Chéjov (correspondencia).

lunes, 13 de diciembre de 2010

Palabras

Palabras

Una oscuridad
un cielo inhóspito
una luna llena
aguada, espesa.

Una búsqueda
un silencio
y una voz
un murmullo.

Bailoteaban las palabras
entresacadas
huidizas
impropias.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Recuerdos

"El recuerdo es una imagen fugaz, un salto. Entonces, desde la claridad del patio escolar se derramaba un sol tibio, meridiano. Una voz dijo: a Iván le gusta Eugenia. Y a pleno sol la contemplaba, lleno de una fascinación secreta e infantil, sólo para sí. A ella mientras alguien repetía, a Iván le gusta Eugenia, y era una voz sin nombre."

Fragmento de Iván.