sábado, 18 de junio de 2016

Mares III

«No te aflijas, Edith: si el albor prometido no llega, porque el cielo no lo trae o porque lo ha perdido, y hay sólo un día pétreo y ceniciento… Edith, será un pedazo mío el arrancado. Húmedo, enmohecido por lo que sería cada metro bajo el sol si de pie buscara algo entre los pasos de los hombres, si pudiera apartarme de esta cárcel en la orilla, en el aire fresco de la costa, tendiendo un puente con mis piernas como peces que desovan a la vida.
Así perdido voy de madrugada, regurgitando un bálsamo entre sueños; el ladrido de un perro en el insomnio; algún zumbido lejano que penetra el cuarto y se funde con mi pensamiento. Aprovechar esta densidad donde buceo: busco palabras, un orden de las cosas que pueda abrazarse, que surja repentino entre la nada espesa. Ay, es tan esquivo el por qué, los medios que debemos alcanzar para dar sentido a nuestra hora. Es tan permanente este sentir que al mundo le sobran cosas. ¿Por qué la tierra se abre justo bajo mis pies, por qué se abrió justo bajo los míos de entre tantos pies que hay en el mundo? Tengo coraje suficiente: no tengo miedo. Mis propias sombras disimulan los pliegues de la habitación, cada grieta como una herida entre los muebles. Me observo como desde un sueño: veo mi propio cuerpo recostado, inútil. Regreso. Siempre estoy regresando, todo ha sido así desde entonces, desde aquella noche en el Estrella donde nos bastamos y entre suspiros postreros hablaste creyendo que dormía...»

martes, 7 de junio de 2016

Playas IV

«—Acercate un poco más, juntá bien tu cuerpo con el mío.
»—¿Así está bien?
»—Eso, así. ¿Por qué hablamos tan bajo, si nadie nos puede oír?
»—Es por el silencio de la noche.
»—Pero ¿hay algo extraño en el aire, no te parece?
»—Quizá. Esta hora…
»—¿Qué será, Horacio?
»—No sé, Sofía. Son días raros.»