jueves, 30 de abril de 2015

Qué es este habitar los bordes
sino entonar cada mañana la canción insistente de lo cierto
Una hermosa cadencia en nuestras manos
hace los golpes
en el salvaje tambor de la falta
Como una piedra preciosa brillamos en la angustia de perdernos
somos un gran desgaste que se acerca a la inconsistencia
Arrancaré furiosamente de nuestro alrededor
             los atrofiados elementos
             que nos hunden en la mentira.

De La belleza del resentimiento, de Valeria Zurano.

miércoles, 15 de abril de 2015

Futuro II



«Habíamos llegado a Jamaica, tres emisarios de la Convención Nacional de Francia. Nuestros nombres: Debuisson, Galloudec, Sasportas; nuestra misión: rebelar a los esclavos contra el dominio de la corona inglesa en nombre de la República de Francia, que es la madre de la Revolución, el terror de los tronos y la esperanza de los pobres, donde todos los hombres son iguales ante el filo de la justicia. Francia, la que no tiene pan para el hambre de sus arrabales pero suficientes manos para llevar por todo el mundo la antorcha de la libertad-igualdad-fraternidad. (...)

SASPORTAS: Hasta que terminemos con nuestro trabajo.
GALLOUDEC: Podríamos empezar ahora mismo. Acaso no hemos venido a liberar a los esclavos. Dentro de la jaula hay un esclavo. Mañana habrá muerto si no lo liberamos hoy.
DEBUISSON: Cuando algún esclavo intenta escaparse o comete otro delito, se lo exhibe como escarmiento dentro de estas jaulas hasta que el sol termina por calcinarlo. Es el mismo método que usaban hace diez años, cuando abandoné Jamaica. No mires, Sasportas, de nada nos va a servir darle ayuda a uno solo.
GALLOUDEC: Siempre muere uno solo. Los números sólo sirven para conocer la cantidad de muertos.
DEBUISSON: La muerte es la máscara de la revolución.
SASPORTAS: Cuando yo abandone Jamaica será otras las víctimas de las jaulas: tendrán la piel blanca, hasta que el sol la oscurezca. Sólo entonces habremos salvado a muchos.
GALLOUDEC: Tal vez sería mejor instalar una guillotina. Es más limpio. La guillotina siempre es una fregona eiciente.
DEBUISSON: La querida de los suburbios.
SASPORTAS: Insisto: con un sol tan fuerte, la jaula es el mejor escarmiento para los blancos.
GALLOUDEC: Cuidado Sasportas, no estamos aquí para discutir sobre el color de nuestra piel.
SASPORTAS: No seremos iguales hasta habernos despellejado unos a otros.
DEBUISSON: Mal comienzo. Mejor hablemos de nuestras máscaras. Yo soy el que fui: Debuisson, hijo de un mercader de esclavos de Jamaica, heredero de una plantación donde trabajan más de cuatrocientos hombres. Hijo pródigo, otra vez en el regazo de su familia para heredar su parte, expulsado del cielo plomizo de Europa, marchito por el humo de los incendios, hastiado de la borrachera sangrienta de la nueva filosofía, otra vez bajo los aires transparentes del Caribe, después de que el horror de la Revolución le revelara la eterna, la única verdad: que todo tiempo pasado fue mejor. También soy médico, me declaro un filántropo que no repara en el origen, el color o la raza de sus pacientes: tanto da el amo como al esclavo. Doy alivio a todos, les devuelvo la salud para que todo siga igual que antes, incólume, como la piel rosada de mi carita de traficante de negros que sólo tiene un terror en esta vida: el miedo a la muerte.»

La Misión, Heiner Müller.