martes, 12 de febrero de 2013

Miedo



"Estoy acostado en mi cama, en mi quinto piso, y mi día que nadie interrumpe es como un reloj sin manillas. Igual que una cosa mucho tiempo perdida, se vuelve a encontrar una mañana en su sitio, cuidada y buena, casi más nueva que el día de la pérdida, como si hubiese estado confiada al cuidado de alguien, igualmente se encuentran dispersos sobre la colcha de mi cama cosas perdidas de mi infancia que son como nuevas. Todos los miedos olvidados están aquí de nuevo. El miedo de que un hilito de lana que sale del dobladillo de la colcha sea duro, duro y agudo como una aguja de acero; el miedo de que este botón pequeño de mi camisa de noche sea más grande que mi cabeza, más grande y más pesado; el miedo de que esta miguita de pan sea de vidrio cuando toque el suelo y se quiebre, y la inquietud pesada de que al mismo tiempo se rompa todo, que se rompa todo para siempre; el miedo de que ese borde desgarrado de una carta abierta sea un objeto prohibido, un objeto indeciblemente precioso para el que ningún lugar de la habitación sea bastante seguro; el miedo de tragar, si me dormía, el trozo de carbón que está ahí ante la estufa; el miedo de que una cifra cualquiera pueda comenzar a crecer en mi cerebro hasta que no quede en mí sitio para ella; el miedo de que mi cama sea de granito, de granito gris; el miedo de gritar y que acudan a mi puerta y que terminen derribándola; el miedo de traicionarme y de decir todo de lo que tengo miedo, y el miedo de no poder decir anda, porque todo es indecible, y los otros miedos..., los miedos.
He rezado para volver a encontrar mi infancia, y ha vuelto, y siento que aún está dura como antes, y que no me ha servido de nada envejecer."

Fragmento de Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, de Rainer Maria Rilke.

No hay comentarios:

Publicar un comentario