jueves, 18 de septiembre de 2014

Monte

«Miedo: cierro la puerta. El miedo es un perro hambriento en mis sienes, sobre mi frente, en el vértice húmedo de mi boca. Miedo: eso es lo que habita esta hora hostil de la madrugada en que mis pasos se clavan como agujas en la noche, como finas trémulas agujas que atraviesan la tierra fría del rancho. Ahora, los oigo llegar ahora, dando alaridos y gruñidos contagiosos, animales: están allí en este momento, amontonándose fuera, bullendo sus ladridos como un hervidero, pululando entre dientes hundidos por secreciones rabiosas… Resistiré. Esperaré aquí dentro mientras ellos estén rastreando fuera todo hasta el hartazgo, incansables, no se detendrán hasta haber revisado cada rincón… Camino un poco más, me desplomo ahora contra el único muro de barro en este rancho que se hunde en el monte, incrustado de piedras con la forma que le dieron mis manos y que ahora siente mi sudor frío juntarse con su frío, sostiene mi cuerpo de nervio con su rigidez. Cierro los ojos en señal de agradecimiento, al menos por un instante... ¿Cuánto, cuánto hay que recorrer para dar, para alcanzar? ¿Cuánto cuesta un regreso, descender del miedo con el machete en la mano, entre ramas y raíces que cierran el camino como telarañas?»

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