miércoles, 22 de junio de 2011

Revolución burguesa

La vida en el campo, de Ambrogio Lorenzetti.

"Por muy ineficaz y opresivo que el viejo sistema tradicional hubiera sido, también era un sistema de considerable seguridad económica y social en el más bajo nivel; sin mencionar que estaba consagrado por la costumbre y la tradición. Las hambres periódicas, el exceso de trabajo que hacía viejos a los hombres a los cuarenta años y a las mujeres a los treinta, eran obra de Dios; sólo se convertían en obras de las que pudiera considerarse responsables a los hombres en épocas de dureza anormal o de revolución. Desde el punto de vista del campesino, la revolución legal no le daba más que derechos legales, pero le tomaba mucho. Así, la emancipación en Prusia le concedía los dos tercios o la mitad de la tierra que ya habían cultivado y le liberaba del trabajo forzoso y otros tributos, pero le privaba en cambio del derecho a la ayuda del señor en tiempos de mala cosecha o plagas del ganado; del derecho a cortar o comprar barata la leña en el bosque del señor; del derecho a la ayuda del señor para reparar o construir su casa; del derecho, en caso de extrema pobreza, a pedir la ayuda del señor para pagar los impuestos; del derecho a que sus animales pastaran en el bosque del señor. Para el campesino pobre, esto parecía un contrato casi leonino. (...)
El mercado libre de la tierra significaba que, probablemente, tuvieran que vender las suyas; la creación de una clase de empresarios rurales suponía que los más audaces y los más listos los explotarían en vez -o además- de los antiguos señores. Al mismo tiempo, la introducción del liberalismo en la tierra era como una especie de bombardeo silencioso que conmovía la estructura social en la que siempre habían vivido y no dejaba en su sitio más que a los ricos: una soledad llamada libertad."

Fragmento de La era de la revolución 1789-1848, de Eric Hobsbawm.

4 comentarios:

  1. "En el proceso del trabajo el hombre se moldea y se cambia a sí mismo... Durante los siglos XIII y XIV en occidente el trabajo no era sólo una actividad útil sino una actividad que llevaba consigo una profunda satisfacción. No hay nada que separe el trabajo del juego ni de la cultura. El medio de subsistencia del artesano determina e impregna todo su modo de vivir..."

    "Con la caida de la estructura medieval y los comienzos del modo moderno de producción, el trabajo, en vez de ser una actividad satisfactoria en sí misma y placentera, se convirtió en un deber y una obsesión. Cuanto más posible fue ganar dinero con el trabajo, más se convirtió en un simple medio para alcanzar el fin de la riqueza y el éxito..."

    "El trabajador de los siglos XVIII y XIX que tenía que trabajar 16 horas diarias si no quería morir de hambre, no lo hacía porque sirviera al Señor de esa manera, ni porque su éxito haría ver que se contaba entre los "elegidos" sino porque se veía obligado a vender su energía a quienes tenían medios para explotarla. Los primeros siglos de la edad moderna encuentran el significado del trabajo dividido en dos: el del deber, entre la clase media y el del trabajo forzado, entre los que no tenían propiedad ninguna..."

    "En el siglo XX el trabajador se ha enajenado de la persona que trabaja. ¿qué sucede con el trabajador industrial? Gasta sus mejores energías, 8 horas diarias en producir "algo". Necesita su trabajo para vivir, pero su papel es pasivo. Realiza una pequeña función aislada en un proceso de producción muy complicado y organizado y no se ve nunca ante "su" producción como un todo, sino únicamente como consumidor, siempre que disponga de dinero para comprar "su" producto en una tienda. El trabajo es un medio para ganar dinero y no una actividad humana con sentido en sí misma..."

    "El hombre moderno se ha transformado en un artículo; experimenta su energía vital como una inversión de la que debe obtener el máximo beneficio, teniendo en cuenta su posición y la situación del mercado de la personalidad. Está enajenado de sí mismo, de sus semejantes y de la naturaleza. Su finalidad principal es el intercambio ventajoso de sus aptitudes, su conocimiento de sí mismo, de su "bagaje de personalidad" con otros individuos igualmente ansiosos por lograr un intercambio conveniente y equitativo. La vida carece de finalidad, salvo la de seguir adelante; de principios, excepto el del intercambio equitativo; de satisfacción, excepto la de de consumir."

    Fragmento de "Psicoanálisis de la sociedad contemporánea" ERICH FROMM

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  2. Coincido con este punto del análisis marxista en cuanto al trabajo alienado, aunque no comparto en absoluto el socialismo como solución.

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  3. Me pregunto ¿por qué hay ideas y buenas intenciones que cuando se llevan a los actos no son tan buenas?

    La idea perfecta no existe... o ¡sí existe! ¡Pero lo que sucede es que tan solo es idea! y la idea nunca será realidad por completo.

    La realidad pertenece a otro plano, la idea es un recorte de la realidad, un fragmento de un cristal en el que pintamos el paisaje que creíamos ver a través de él. La idea es ese vidrio pintado que olvida aspectos o los colorea distinto y se olvida… no percibe todo lo que existe como nuestros sentidos.

    Entonces la idea nunca será la realidad, aunque se pueda parecer a ella cuando percibimos lo que queremos o podemos ver porque nuestros sentidos nos engañaron para bien o para mal.

    Seguramente las intenciones de uno no sean las intenciones de otro y seguramente las ideas de uno no sean las ideas de otro aunque esas personas digan compartir sus ideas, es probable que cada uno en su individualidad tenga una representación distinta de la misma y se genere una ilusión de comprensión… cada uno tiene un fragmento de ese cristal pintado con sus colores y lo intenta ensamblar a otros.
    Que difícil que un individuo comprenda a otro o comprenda la realidad, digamos que mas bien la intuye pero nunca la comprende por completo.

    Sergio.

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  4. Creo que la idea es la pretendida razón objetiva que tanto mal hace cuando es llamada a resolver los principales problemas del hombre. Porque estos problemas fundamentales del ser humano son de otra índole: transitan la cuestión ética, espiritual, subjetiva.
    Lo que decís, Sergio, es muy bueno: "la idea (...) no percibe todo lo que existe como nuestros sentidos". Y no podrá hacerlo. La idea es útil, pero es demasiado parcial como para captar la totalidad del mundo. Hay una síntesis personalísima e intransferible que es la esencia misma de la existencia, y en esto lo subjetivo es la clave.
    De modo tal que comprendernos es un trabajo arduo que creo vale la pena. El arte está en el centro mismo de esa necesidad "empática".
    Espero que poco a poco podamos construir un mundo donde el respeto, el amor, la paz, la comprensión, sean los fundamentos más básicos de ese intercambio comunicacional.

    Abrazo, Fer.

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