domingo, 20 de mayo de 2012

Puntos cardinales



"En cinco veces dispersas llegué hasta el deseado  puente del Monte del Oso, donde la ruta 6 traza un arco desde Nueva Inglaterra. Empezó a llover a mares en cuanto me dejaron allí. Era un sitio montañoso. La ruta 6 cruzaba el río, torcía y trazaba un círculo, y desaparecía en la espesura. Además de no haber tráfico, la lluvia caía a cántaros y no había sitio dónde protegerme. Tuve que correr bajo unos pinos para taparme; no sirvió de nada; me puse a gritar y a maldecir y golpearme la cabeza por haber sido tan idiota. Estaba sesenta y cinco kilómetros al norte de Nueva York; todo el camino había estado preocupado por eso: el gran día de estreno sólo me había desplazado hacia el Norte en lugar del ansiado Oeste. Ahora estaba colgado en mi extremo Norte. Corrí medio kilómetro hasta una estación de servicio de hermoso estilo inglés que estaba abandonada y me metí bajo los aleros que chorreaban. Allí arriba, sobre mi cabeza, el enorme y peludo Monte del Oso soltaba rayos y truenos que me hacían temer a Dios. Todo lo que veía eran árboles a través de la niebla y una lúgubre espesura que se alzaba hasta los cielos.
- ¿Qué coño estoy haciendo aquí? - grité, y pensé en Chicago.- Ahora allí estarán pasándoselo muy bien haciendo de todo y yo estoy aquí... ¡Quiero llegar ya!
Seguí con cosas así hasta que por fin se detuvo un coche en la vacía estación de servicio; el hombre y las dos mujeres que lo ocupaban querían consultar un mapa. Me puse delante gesticulando bajo la lluvia; hablaron entre sí; yo parecía un maniático, claro, con el pelo todo mojado, los zapatos empapados. Mis zapatos, soy un maldito idiota, eran huaraches mexicanos, de suela de esparto, lo menos adecuado para una noche lluviosa en América y la dura noche en la carretera. Pero me dejaron entrar y volvimos a Newburgh, cosa que acepté como alternativa preferible a quedar atrapado en la espesura del Monte del Oso toda la noche.
- Además -dijo el hombre-, casi no circula nadie por la 6. Si quiere ir a Chicago lo mejor es que coja el Túnel Holland en Nueva York y se dirija a Pittsburg.
Me di cuenta de que tenía razón. Era mi sueño que se jodía, aquella estúpida idea provinciana de que sería maravilloso seguir una gran línea roja que atravesaba América en lugar de probar por distintas carreteras y rutas.
En Newburgh había dejado de llover. Bajé caminando hasta el río y tuve que volver a Nueva York en un autobús con un grupo de maestros de escuela que regresaban de pasar un fin de semana en las montañas. Bla, bla, bla y yo soltando tacos por todo el tiempo y dinero que había malgastado, y diciéndome que quería ir al Oeste y aquí estaba tras pasar el día entero y parte de la noche subiendo y bajando, hacia el Norte y hacia el Sur, como si fuera algo que no podía empezar a hacer. Y me prometí estar en Chicago el día siguiente, y para estar seguro de ello cogí un autobús hasta Chicago, gastando gran parte de mi dinero, y no me importó nada, sólo quería estar en Chicago al día siguiente."

Jack  Kerouac, On the road.

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