viernes, 5 de abril de 2013

Invocaciones




¡Oh, tú en cien tronos 
Afrodita reina,
hija de Zeus, inmortal,
dolosa:
no me acongojes con
pesar y sexo
ruégote, Cipria!

Antes acude como 
en otros días,
mi voz oyendo y mi
encendido ruego;
por mi dejaste la del padre
Zeus
alta morada.

El áureo carro que veloces
llevan
lindos gorriones,
sacudiendo el ala,
al negro suelo, desde el
éter puro
Raudo bajaba.

Y tú, ¡oh, dichosa! en tu
inmortal semblante
te sonreías: ¿Para qué
me llamas?
¿Cuál es tu anhelo? ¿Qué
padeces ahora?
-me preguntabas-

¿Arde de nuevo el corazón 
inquieto?
¿A quién pretendes 
enredar en suave
lazo de amores? ¿Quién
tu red evita,
mísera Safo?

Que si te huye, tornará a
tus brazos,
y más propicio ofrecérate
dones,
y cuando esquives el
ardiente beso,
querrá besarte.

Ven, pues, ¡Oh Diosa! y
mis anhelos cumple,
liberta el alma de su dura
pena;
cual protectora, en la
batalla lidia
siempre a mi lado.

Safo de Mitilene.
                                                 

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