En la orilla del día
sobrevuela un halo púrpura,
aura breve que vigila
y se hace brazo de la noche.
Sol y luna se recrean
en su hábito ancestral,
cantan, ríen,
se desnudan…
Una nube extraordinaria
duerme en franca lozanía,
y en su asiento de montaña
endulza así el cañaveral.
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