martes, 27 de enero de 2015

Piel cobriza

«La  madrugada  de  hoy  está  sin embargo tan lejos, que ya no sabe qué tiempo se ha abierto en esa  medianía,  qué  hueco  en  su  vida  desde  entonces, voluntario y aún así… desde cuándo la mañana tan cercana es un  murmullo  irrecuperable  como  el  de  esta  selva:  anónimo, exuberante,  que  él  atraviesa  como  por  una  brecha  abierta entre  crepúsculos.  Sí,  como  una  herida  él  siente  que  debe habitar este intervalo, este hilo pisado como un puente frágil que  lo  separa  del  pasado.  Sí,  camina  hacia  las  serranías  del norte,  “las  cruzaré  y  luego”…  Luego  aquél  sol  amanecido  de oriente  regresará  a  sus pensamientos,  se  extenderá  otra  vez sobre  su  franja  agreste  de  tierra:  la  casa,  la  familia,  el mercado, la rutina. El día anunciado por los animales, conocido mil  veces,  heredado,  sacudido  por  el  murmullo  de  los despertares  en  los  gallineros  y  las  conejeras,  los  relinchos... Habrá tanto que lavar, que curar, deberá el río protegerlo en la hora peligrosa  para  que  sepa  qué hacer,  qué  mirar,  “ahora  y siempre”…  Quizá  se  haya  extinguido  el  sabor  amargo  en  su lengua  entonces.»

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