La estancia se extendía a lo lejos como desde otro tiempo. Era un paisaje sencillo: la hilera de eucaliptus junto al sendero, viniendo de frente a sus ojos; el potrero extendiéndose a su izquierda, mirando al sur; el recodo y el camino. La tranquera estaba cerrada y el sol tibio e indiferente. El campo, el trabajo, la tranquera.
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